De “juanpedritos” a Fortes o la oreja “poncista”
y el toro que no quería ver a Luque. Un cuento de corrida con final agridulce
según se mire. Los caballos convertidos en botiquín veterinario a base de
análisis justificaron su sueldo. El doctor Enrique Ponce mantuvo vivo a su
primero hasta extirparle una oreja, eso sí de mérito, porque mérito hay que
tener para mantener en pie a un animal que se caía solo, y encima hacerle faena
preciosista de la firma. Quite templado a pies juntos de Ponce y otro por
gaoneras de Luque. Con la muleta el toro casi inválido va al suelo a las
primeras de cambio. Visto lo visto, el doctor de Chiva, no quiso obligar y
toreando al hilo, entre algodones, llevó cosido y con temple al animal, que eso
sí, humilló obediente. Las obligadas “poncinas” y una estocada desprendidita colofonaron
la operación quirúrgica de la oreja. El
cuarto fue un paciente soso, blando y descastado por el que el doctor no pudo
hacer nada. Dos pinchazos, estocada y hasta mañana “Don Enrique”.
A Luque le tocó “Desafío”, un colorado ojo
de perdiz que se camufló durante más de diez minutos en la manga de chiqueros.
La perdiz que no salía y Luque acumulando tensión. Buen saludo a la verónica
una vez fuera. Quite de Fortes por chicuelinas ajustadas. Y ya en la muleta,
convirtió el de Gerena la tensión acumulada en velocidad. Lucky Luque, me
soplaron con guasa, me hizo gracia y os lo cuento. El toro siguió la muleta con
ritmo al principio pero luego acortó la embestida. Lucky bajó la mano por los
dos pitones y el toro se le acabó pronto. Mató de media y descabello a un “Desafío”
aplaudido en el arrastre. El quinto le fue devuelto y salió otro “juanpedro”
con poca fuerza, ¡qué raro! Por delantales lo recibió Daniel Luque. ¿En el
caballo? Nada. En la muleta lo cuida a su altura pero dobla las manos. El toro
esta que se cae pero es Luque quien va al suelo tras una zancadilla escapándose
de milagro. Arrimón espoleado por el susto, algún circular y una estocada
caidita consiguen un aplauso al pundonor.
Al año justo de su alternativa, volvió a
Bilbao dispuesto a todo el malagueño Jiménez Fortes. Lo vimos antes en un quite
ajustado al toro de Luque y lo vemos ahora replicar con verónicas a otro de
Ponce. Estatuarios de Saúl ya en la muleta. Dos desarmes en las primeras tandas
al pisarle la muleta que había que borrar a base de apretar. En las cercanías
que tanto busca y con el toro más parado, un derrote seco lo sorprende al
ejecutar un pase y resulta herido en la ingle. Se despreocupa de la herida y
sigue metido entre los pitones. Aguanta arreones sin importarle lo más mínimo.
Ya ha pasado la raya más de una vez. Manoletinas de pavor en los tendidos. Le
hizo guardia la estocada y hubo que descabellar. Cuesta convencerlo pero al
final cede y va a la enfermería. Ojala que puedan retenerlo y no salga
disminuidas las facultades, ávido de ser torero y con un valor desmedido. Pero
sale. Ese veneno extraño que tiene esta profesión y que corre por las venas de Fortes le hace pactar con el
cirujano como si fuese el mismo diablo. Otra vez pavor en los tendidos cuando
le vieron echarse el capote a la espalda. Todos sabíamos que iban a ser ceñidas
y así fueron las gaoneras, ceñidísimas. Quedaba la muleta. Al toro, justo de
fuerzas, no se le dio en el caballo. Las dos primeras tandas prometieron. La
tercera fue mejor y cuando tan cerca está el triunfo el toro se viene a menos.
Pues a por el arrimón. Otra vez a cruzar la raya. Pases con mucho valor y
mérito al borde del precipicio. Fue cazado de nuevo y al caer al suelo recibió
varios golpes en la cabeza que casi lo llevan a la habitación del sueño. Se
levanta aturdido y la pesadilla continúa para el público. Porque él quería
matarlo. Y lo hizo sin oír a nadie de estocada atravesada y descabello. Hay días
que uno sale de la plaza toreando. Otros, como este, comentando que si esto es
tremendismo, que si el toreo es así…Yo no digo nada, que luego... todo se sabe.
Con el tiempo claro. ¡Suerte Saúl!
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