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BILBAO.- Corta la última oreja de la Semana Grande

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BILBAO.- Corta la última oreja de la Semana Grande


Diego Urdiales, la izquierda prodigiosa del toreo


Si por algo los Victorinos son números uno en esto de la cría del toro bravo es porque además de llevar mucho tiempo en esto y de haber estudiado mucho el comportamiento de sus toros, son más listos que el hambre. Y la demostración de ellos salió a relucir ayer en Bilbao por la forma de ordenar los lotes y reservando para el final de la corrida a los que ellos reconocían como los dos mejores ejemplares del encierro de ayer. Porque las sensaciones del primer tiempo de la corrida fueron de miedo y angustia y las del final , de emoción por el cambio de signo de la corrida y volvió Victorino a redimirse, soltando bravura y nobleza a raudales con ese cárdeno de nombre Bostecito.
Salió el primer Victorino, de nombre Dirigido (530 kilos) al que Diego Urdiales recibió de capa por verónicas ajustadas y al que lidió con esmero, muy pendiente en todo momento de que no lo tocasen demasiado con los percales. Lo brindó al público y se dobló con Dirigido que tras los primeros derechazos le pegó un arreón a modo de aviso, muy propio de los de la casa. Le costaba repetir al toro pero Diego se impuso a golpe de toque con el engaño que no con la zapatilla. Muy poderoso y ayudándose con la voz, el de Arnedo, nunca más acorde con el nombre del animal, dirigió al embestida con mando y al llevarse la muleta a la mano izquierda comenzó el desafío contra un pitón izquierdo que le ponía en muchos aprietos hasta cogerle sin consecuencias, pero de forma angustiosa. Volvió al a diestra y se metió entre los pitones con mucha verdad y a la hora de matar entró como un león pero la estocada quedó tendida y los descabellos enfriaron el ambiente, aunque recogió una cerrada ovación de reconocimiento a su labor.
El segundo de la tarde (Conducido), con dos cuchillos por pitones, sembró el pánico nada más salir haciendo hilo con el torero contra las tablas a Javier Castaño y poniendo en apuros a la cuadrilla de éste. Saludaron montera en mano David Adalid y Javier Rodriguez. Una alimaña en toda regla la de Victorino, que al llegar a la muleta tiraba derrotes a diestro y siniestro. Algunos dirán que este tipo de toro gusta porque crea emoción, pero emociones de estas, mejor en el cine. Un manso redomado al que había que torear sobre las piernas y matar lo antes posible. Castaño se esforzó por justificar su presencia en el cartel y buscando la forma de hacerlo se encontró con la cogida, también sin consecuencias aparentes pero espeluznante. Lo pasaportó de una estocada caída tras un pinchazo y Conducido cayó fulminado. Un respiro para el público pero no para el torero al que le faltaba el aire y fue conducido a la enfermería. El toro fue pitado en el arrastre, aunque algún "listo" palmeó a la alimaña desde la ignorancia, y Castaño, ovacionado por su gesto de hombría.
Se aplaudió de salida la presentación del tercero, de nombre Esotérico, un asaltillado de cara bonita y armado de pitones que recibió tres varas y salió muy suelto de las cabalgaduras, desparramando la vista para poner en guardia a las cuadrillas. En los tendidos, se percibía el run run de las tardes de emoción, perdón, de miedo, ese miedo que posiblemente sea el que guste a algunos aficionados que se han situado este año en el tendido 7 para erigirse en representantes del 7 madrileño, aunque dudo que sean de Bilbao y no parece que les ha gustado nada de lo acontecido este año en Vista Alegre, y además lo manifiestan con demasiado descaro. No son buenos para la Fiesta este tipo de manifestantes que no parecen disfrutar con nada. La tercera alimaña era simplemente eso, alimaña y ni por la derecha ni por la izquierda, tirando también derrotes y sin desplazarse. Bolivar, que conoce muy bien esta ganadería, lo intentó pero hubo de desistir. Lo mató muy bien de una estocada arriba aunque también descabelló. Incomprensiblemente un sector del público aplaudió al toro en el arrastre. ¿Estamos locos?.
Al cuarto, lo recogió Diego Urdiales magistralmente con el capote, sacando los brazos en un ejercicio de lidia perfecto. Noticias de la enfermería llegaban al palco de prensa durante el tercio de varas. Javier Castaño, trasladado al Hospital de Basurto por aplastamiento de costillas. Hechicero tomó dos varas y a Diego Urdiales se le vió decidido y brindó al padre de Daniel Granado (matador de toros de Bilbao), que se llama Tinin y lleva más de 50 años trabajando en la plaza de Vista Alegre.
Era de otra condición el de Victorino aunque con sus dificultades y el peligro más sordo. Con la muleta en la derecha y ante un toro que escarbaba, se impuso el de Arnedo con su verdad, citando con la muleta adelantada. Y otro susto que duró una eternidad porque le cogió a Diego el Hechicero, manso de solemnidad y hubo segundos de pánico, al quedarse el torero en la cara del toro a merced del destino que su cuadrilla supo sortear. Con la conmoción en el cuerpo, se tiró Urdiales a matar y enterró el estoque hasta la empuñadura. Incomprensiblemente el público no pidió el trofeo aunque el matador recogió una gran ovación e inició una vuelta al ruedo legítima y de ley.
Al quinto lo recibió Bolivar con una larga cambiada y unos lances a la verónica muy estimables, dadas las circunstacias en que se venía desarrollando la corrida. Quitó Diego por delantales con una media belmontina bellísima, Clavó bien Monaguillo de Colombia y Bolivar se dirigió a los medios para brindar al respetable. Lo citó de lejos y durante unos segundos se hizo la luz porque el Victorino acudía con buen son y por lal derecha dibujó Bolivar una secuencia muy ligada, a la que siguió otra mejor marcando los tiempos, entregado y poderoso. Más luz. Estábamos ante el toro de la corrida, el Victorino noble que cuando mete la cabeza lo hace de verdad, humillando. Y Bolivar lo probó por la izquierda, por donde el animal tampoco rechazaba los engaños. Toro noble que redimía lo visto anteriormente, sobre todo por el pitón diestro. Bolivar extrajo muletazos buenos y fue faena de mucha entrega aunque no por encima de Bostecito pero de gran dignidad. Claro que entrando a matar como entró y aunque el estoque quedase desprendido, la oreja que se pidió y se concedió era merecida. Comenzábamos a respirar con algo más de sosiego. Bostecito fue ovacionado en el arrastre y Luis Bolivar paseó satisfecho su trofeo.
Fue tímidamente aplaudido por presencia el sexto (Pachuqueño, cárdeno de 586 kilos), al que Urdiales, que mataba el sexto por ausencia de Castaño, cuidó en varas y fijó en los medios para plantear una faena inteligente y torerísima. Por el pitón izquierdo el de Arnedo sometió al toro exprimiendo una secuencia sobresaliente con un pase de pecho de pitón a rabo y el público rugió con los naturales más importantes de la feria, con el corazón por delante, ofreciendo el pecho y de nuevo sin un zapatillazo, y la colocación impecable; otra vez el toreo desnudo de Urdiales que bautizara hace un año mi compañero Vicente Zabala de la Serna.
No se puede torear con más verdad, con más torería y más despacio a un Victorino. 15 muletazos para el recuerdo. Un torero de honor, de hombría , de apabullante serenidad y torería. Tras una estocada casi entera en el sitio, Urdiales alzó los brazos emocionado, con lágrimas en los ojos. Y sacó Matías la oreja porque no había duda, ni como presidente ni como aficionado. Se aplaudió al toro y Bilbao se entregó a Urdiales en su vuelta al ruedo, emotiva, sentida, merecida, esperada y ganada. AL final, Diego y Victorino, una historia de amor con final feliz porque no se puede torear mejor a estos toros, y debería reflejarse en el número de contratos de Diego en la temporada de 2013. Verdaderamente....iba a ser uno de Victorino quien le diera Diego de nuevo la oportunidad de revelar una vez más su grandeza y la de una mano izquierda prodigiosa. Y así fue. Y con el corazón en un puño por el miedo pasado y la emoción vivida...hasta el año que viene, Bilbao.

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